El calentamiento global y el cambio climático no son un mito, es un hecho y diversos informes de investigación científica lo demuestran. Entre otros muchos factores, este cambio climático se debe principalmente a la actividad humana que comienza fuertemente desde la industrialización a utilizar los combustibles fósiles como su principal fuente de energía. La quema de combustibles fósiles como la bencina y el petróleo, genera gases como el dióxido de carbono que se acumulan en la atmósfera, provocando el denominado efecto invernadero. Este efecto consiste en que los gases presentes en la atmósfera atrapan la energía calórica proveniente del sol y la mantienen retenida por más tiempo del normal, impidiendo que se disipe. Esto produce que la temperatura promedio del planeta aumente, generando desequilibrios en los ecosistemas y, en última instancia, perjudicando la vida en el planeta poniendo en riesgo la sobrevivencia humana a largo plazo.
En este contexto, desde hace algunas décadas la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha convocado una serie de cumbres internacionales para abordar el tema de forma global. En 1992 en La Cumbre Para La Tierra, se dio lugar a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en donde se dieron los primeros pasos para afrontar este problema. Actualmente son 197 países los que han ratificado este acuerdo comprometiéndose a implementar medidas para reducir el impacto de las actividades humanas en el cambio climático.
Posteriormente en 1997, 83 países firman el Protocolo de Kyoto que es un acuerdo internacional para comprometer jurídicamente a las naciones a tomar medidas para luchar contra el cambio climático. Este protocolo entró en vigor el año 2005 y es el primer mecanismo que establece metas vinculantes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Actualmente son 192 países los que son parte de este protocolo.
En 2015 se firma el Acuerdo de París agrupando a todas las naciones del mundo por primera vez en la historia con el objetivo de establecer nuevas metas ambiciosas para la reducción de emisiones de GEI. Posteriormente en 2019 se celebra la Cumbre sobre la Acción Climática que reúne a líderes mundiales, del sector privado y la sociedad civil con el objetivo de respaldar y acelerar los esfuerzos en acciones climáticas.
Si analizamos esta tendencia internacional, es evidente que los protocolos y acuerdos se seguirán fortaleciendo y aumentando su alcance a nivel mundial. Esto significa que los países aumentarán progresivamente sus medidas restrictivas a las empresas e industrias cuyas actividades tengan altos grados de emisión de gases de efecto invernadero. Naturalmente, esto nos lleva a pensar en las empresas de transporte y su impacto en el medio ambiente.
(Fuente: Naciones Unidas 2019)
Una empresa que está conectada con el contexto global entiende que su responsabilidad es tomar medidas para la sustentabilidad. La sustentabilidad implica que una empresa, además de ser económicamente rentable, debe ser social y ambientalmente amigable. En este sentido, las empresas de transporte no son la excepción, ya que hay mucho que hacer respecto a las emisiones que genera el consumo de combustibles fósiles.
Actualmente, la tecnología ha avanzado para proporcionar sistemas de control y eficiencia en el uso de combustibles, con lo que se logra una reducción significativa de emisiones, aumentando la eficiencia energética y la vida útil de los vehículos. La telemetría y la asistencia en conducción, por ejemplo, son dos herramientas tecnológicas de vanguardia que permiten tener un mayor control de activos, uso de recursos y eficiencia en las cadenas de transporte y logística.
En conclusión, se hace necesario y urgente debido a un contexto global de acuerdos internacionales como el Protocolo de Kioto, que las empresas de transporte no se excluyan de la responsabilidad socio-ambiental y tomen medidas para la sustentabilidad. Las herramientas tecnológicas actuales como la Telemetría y la asistencia en la conducción, son soluciones excelentes para mejorar la eficiencia en el uso de recursos y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. De esta forma, las empresas no solamente estarán contribuyendo a su entorno social y ambiental, sino que también, mejorarán su eficiencia, rentabilidad e imagen empresarial para posicionarse mejor frente a la competencia.
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